Reseña de «El enigma de la habitación 622» de Joel Dicker
Lo ha vuelto a hacer. Tras dos intentos fallidos (y con ello no quiero decir que fueran malas historias) el que ha sido bautizado como «el niño mimado» de este género que tanto nos apasiona, ha dado con la tecla de otra historia apasionante.
Imaginaos que yo fuera un exitoso contador de historias, sin pareja, solitario y obsesionado por la escritura. Recogido y alzado por un mecenas que me saca del anonimato por su confianza en mis locuras y cuando más feliz soy, ese hombre que se convierte en mi amigo se va, muere. A partir de ahí y gracias a mi asistenta, procuro cambiar un poco mi oscuridad y decido ser valiente y enamorarme de mi vecina. Por culpa de mi pasión por la escritura la cosa no funciona y decido alejarme de todo escribiendo un nuevo libro. Este surge tras unas minis vacaciones en los alpes suizos y la curiosa desaparición o eliminación de una habitación en la planta sexta de un hermoso y lujoso hotel, la habitación 622. Ahora es la 621 bis y descubro que es consecuencia de un asesinato ocurrido hace unos años.
El libro que tenía pensado escribir en homenaje a mi amigo y editor se convierte en una novela negra en la que «conozco» a personajes nuevos. La ficción y la realidad se encuentran como cuando doblas las puntas de un pañuelo y para colmo se me ocurre una idea genial… A parte de la típica presentación de posibles sospechosos de ese asesinato para liarte la cabeza, voy y me llevo más de tres cuartas partes del libro sin revelarte lo que hacen (me incluyo) todos los autores de este género: la identidad de la víctima.
Ahí, Joel me terminó de conquistar. Una apasionante historia de amor a través de los años con la típica lucha de clases sociales. Unos personajes a cada cual más lleno de misterios, enigmáticas decisiones que te dejan trastocado y con el atractivo suficiente, no solo para enamorarte de ellos, sino para sufrir con ellos sus aventuras, desdichas y triunfos.
Giro sobre giro, bofetada tras bofetada, Dicker nos engaña y me atrevería a decir que se burla de nuestra inteligencia con el cambio brutal de la historia y la perspectiva inicial de la misma. Es por eso que al principio de esta reseña dije que me recordaba a la maestría desplegada en «La verdad sobre el caso Harry Quebert». Sin embargo, aquí no hay ni un solo personaje que sea soso o poco atrayente como lo pudo ser el alumno de Quebert. Todos tienen un fin, un propósito y todos y cada uno de ellos luchan hasta el final por conseguirlos. No solo los protagonistas son importantes, algo que me apasiona en una novela y que he tratado transmitir en mi próxima publicación «Insepulto».
He leído que el lenguaje de esta novela es simplón. Nada más lejos de la realidad, es cercano al lector y lleno en su justa medida de los matices suficientes para entender la historia y el marco en el que se cuenta.
Los traslados de una época a otra están medidos y estudiados al milímetro para no hacerte desconectar en ningún momento de la historia. No quería acabarla y sin embargo, no podía parar de leerla. Como bien se describe en la contraportada del libro, Joel no escribe, boxea contra el lector y tener por seguro que va a ganar él siempre.
No os pienso contar nada más de este maravilla, por eso la he reseñado de una forma diferente, como si yo fuera el autor…y es que sinceramente me ha dado rabia que no se me haya ocurrido una idea tan cojonuda a mí.
Solo le pido a los que sean, que hagan una película, serie o lo que sea de esta historia, porque lo merece a la misma altura que la de Harry Quebert.
Gracias Joel Dicker por hacerme disfrutar como un enano, exclamar de emoción y sorpresa, enamorarme de Lev y Anastasia, sufrir y llorar por Sol y odiar a Macaire por su tremenda mediocridad.
Siempre nos dejará el amargo adiós de un personaje…
Mi puntuación es de 9 sobre 10.