Reseña de «Los privilegios del alma» de Dolores Redondo
Es la primera vez que voy a hablar directamente de una novela sin una previa introducción de las mías. Si hay una palabra que deba destacar por encima de todo de esta, la primera historia que Dolores Redondo escribió, es la valentía, me explico. Hay que tener muchos arrestos para enfrentarse a una historia tan dura como esta y encarar su desarrollo como algo más que una simple novela. Estoy absolutamente seguro de que fue algo más para la autora vasca como destaca en su prólogo. Una terapia, un viaje hacia el duro mundo del luto. Ese proceso tan catalogado y estructurado por los psicológos en varias etapas y que comienza con la famosa negación.
En mi caso personal os puedo hablar de dos casos concretos. Mi abuela por parte de mi padre, la única que conocí de los cuatro posibles y mi perro Blacky. Distintos, pero ambas muertes me causaron una profunda angustia y sobre todo una obsesión que me llevó a soñar con ellos continuamente durante semanas.
En este libro, Dolores Redondo nos cuenta la corta vida de una amistad tan fuerte y tan pura entre dos amigas que transcurre en el pueblo pesquero de Pasajes y como la ida al más allá de una de ellas, cuando ambas tenían apenas 5 años, marca profundamente a la otra. Llevándola por un camino de autodestrucción continúo durante el resto de su existencia, del que no quiere salir y del que se autocovence que es merecido.
Que queréis que os diga, que una persona llegue a pensar que ha venido al mundo simple y llanamente para sufrir y que el dolor es lo único real en su vida, es muy muy fuerte.
Creo que precisamente por eso mucha gente que ha leído esta novela, como yo, después de haber pasado por la exitosa trilogía del Baztán o incluso el premio planeta que en 2016 consiguió la autora de Donosti, no ha entendido su mensaje y que por supuesto, se desmarca totalmente de la senda que la propia autora se marcó posteriormente con las obras que os acabo de comentar.
Esta es para mí la más dura de todas, la más personal y desgarradora. Me imagino el proceso de escritura de la autora y tuvo que ser terrible. Porque siempre se dice que enfrentarse a la muerte es muy jodido, pero creo que la pérdida de un ser querido es aún peor. Cuando mueres todo se acaba para ti en este mundo, sin embargo, el hueco que dejas entre los latidos de las personas que has amado o te han querido es una penitencia que no todo el mundo digiere igual.
Podrá gustarte más o menos lo que entre casi 300 páginas nos quiere transmitir Dolores Redondo, pero de lo que no se puede dudar es del don que tiene para atraparte en diferentes situaciones de la trama. Su capacidad descriptiva y el manejo del lenguaje es soberbio, menos sencillo de lo habitual y con unos tonos victorianos que adornan ciertas partes de la historia con una sutileza preciosa. Otras son más directas, mas coloquiales, con la necesidad suficiente para dotar ciertas escenas de la rapidez y la angustia que demanda el momento.
Yo lo he pasado mal y no solo por ciertos momentos personales, sino porque me he metido tanto en la mente de la protagonista que he comprendido sus inquietudes, sus inseguridades y frustraciones. Eso denota la calidad de la pluma de la autora.
Lógicamente, no voy a desvelar nada de la trama. Solo os puedo decir que este libro no es para leerlo en una época mala de vuestras vidas (o quizás sí, no lo sé, no soy psicólogo) y más con el final que tiene, que a pesar de ser sorprendente e inesperado, al menos para mí, es bastante revelador y terapéutico si lo analizas bien.
Leído en cinco días. Saboreado y masticado hasta que se me ha hecho un nudo en la garganta por la zozobra que provoca las penurias de la protagonista y como todos a su alrededor tratan de ayudarla, pero ella no se los permite.
Recomendable cien por cien. Terapéutico, íntimo y muy revelador si lo analizas con frialdad. No me que mas que darle la enhorabuena a la autora, de la que soy fan desde hace tiempo.
Mi puntuación es de 7’5 sobre 10.