Yo y mi circunstancia
¿Hasta dónde? Hoy cumplo 42 años y hace dos días me imaginé, soñé despierto e incluso deseé doblar esa cuantía de vivencias antes de que la parca llegara ante mi puerta con la carta de desahucio. Si tuviera que hacer un resumen de lo vivido hasta ahora, os diría que he aprendido muchas cosas y las más importantes me las sigue devolviendo la vida en forma de olas, como el efecto de un bomerang. Bofetadas de realidad que me hacen ver que cada uno de nosotros se cree con la absoluta potestad de tener el anillo de la verdad absoluta, ese que los une a todos y debe regir las opiniones, corrientes y vertientes de los sentimientos de cada uno.
Yo no soy nadie y seguramente, la mitad de las reflexiones o pensamientos que aquí os escriba, las tomareis como las falacias de un egocéntrico escritor (cosa que jamás me he llamado). Pero, ¿sabéis qué?, si toda esta parrafada sirve para remover algo en vuestro interior, sea malo o bueno, habré conseguido algo.
Una de las mayores lecciones que me ha dado la vida ha sido esta: Si no quieres que te juzguen, no empieces por querer ser el Fiscal del distrito de las decisiones ajenas. Yo prefiero ser un abogado de oficio, aprender de todos y quedarme con lo mejor de los demás.
La suma de mis errores me dice quien soy y os puedo asegurar que soy el ser más imperfecto de todos. Por culpa de mi condenada empatía, he perdido a mucha gente, y siempre por querer ayudar a los demás. De una manera u otra, al final me ha salpicado en la cara y el vaso de la frustración y la desidia se ha colmado desde hace unos días.
Por ello y por mi familia, he decidido dejar las redes sociales o al menos Facebook. En ella, he tenido el placer de conocer a muchas personas, buenas y malas, pero por desgracia y por mis putos sentimientos, he perdido a los que he considerado mis mejores futuros amigos.
Creé las preguntas diarias en un principio por aburrimiento, sin esperanza de ser escuchado o leído y poco a poco se fue creando una familia virtual de la que me he sentido muy orgulloso. Los primeros designios de esta nueva idea, se convirtieron en un experimento social muy lucrativo, en el que los unos ayudaban a los otros y la sensación de amistad, apoyo y cariño, crecía pregunta a pregunta…. Pero los demonios del ser humano siempre terminan escapando de las prisiones más oscuras del alma y son, en esos momentos, en los que dejamos de ser personas, para convertirnos en animales e intentar ser El rey de la manada y el raciocinio.
Cada persona es un mundo y sin embargo, todos respiramos el mismo aire. ¿Qué cosas, no? Nos enseñan que hay que ser de un equipo de fútbol, de un partido y por supuesto de una religión, y yo pregunto: ¿Quién nos enseña a ser personas, ser solidarios, ser agradecidos, ser comprensivos, ser educados? Por eso la educación es tan necesaria desde la misma cuna. Con esto no digo que la gente no sepa educar, jamás se me ocurriría. Sin embargo, obviamos el hecho de cómo esta sociedad nos ha manipulado, moldeado y cocinado a su antojo entre los ingredientes del egoísmo, la hipocresía y mala praxis de nuestros corazones. La tecnología y su control, la avaricia del consumismo que nos lleva querer más, en vez de «ser más».
Me encantaría vivir en mi propia distopía, moldearla a través de mis propias experiencias y evitar un cortocircuito mental. Imaginaos si todo esto en realidad fuera Matrix, yo lo tengo claro, me tomaría la pastilla roja. Quiero y siempre querré la verdad, no la mía, siempre la tuya.
Quizás he dicho mucho, pero no he contado nada, o al menos, nada que tú ya no sepas. Me quedo con el consuelo de utilizar este rincón como un ejercicio de reflexión o confesión. Siempre viene bien un buen lavado de alma.
Un fortísimo abrazo a todos. Os quiero 3000.
Óscar Lamela Méndez