Reseña de «Ocho casos de Poirot» de Agatha Christie
Primer inciso al respecto. Los que publicaron esta novela allá por el 60 , no sabían contar, pues al menos en esta edición, yo he contado nueve casos. Que conste, no me quejo. Todo lo que sea disfrutar de la reina del suspense por excelencia, es un auténtico placer.
La lectura de este libro ha sido muy sanadora. Reencontrarte con la literatura clásica, esa forma tan embriagadora de escribir y esa seguridad que implantaba la escritora inglesa en sus historias, es cien por cien enriquecedor.
Vale, podemos decir que Poirot es una copia de Holmes, y Hanstings de Watson. La excentricidades del belga pueden ser parecidas a las del inglés, pero personalmente me quedo con la capacidad de raciocinio de Sherlock. Sé que las comparaciones son odiosas y de mal gusto, pero debía ser sincero con vosotros. Con ello no digo que no me hayan gustado los casos y mucho menos la originalidad de ellos, personalmente me quedo con el caso de «La herencia de Lemesurier», la maldición recaída sobre el primogénito de cada generación de la familia y no poder heredar los bienes familiares por muerte repentina. Siempre sea dicho, tras un trágico hecho del pasado que me reservo.
El resto de casos rondan escenarios parecidos, fórmulas y artificios por parte de los asesinos con cierta carencia de originalidad por parte de la autora, que me ha sorprendido. Una cortina como escondite, la muerte en si de la víctima y el arma utilizada.
Es recomendable leer las historias de un tirón, sobre todo una vez que has terminado con la primera, pues la desconexión con respecto a los anteriores personajes resulta liosa. Al menos es lo que he percibido tras la lectura. En apenas 230 páginas Agatha Christie nos lleva por una Inglaterra llena de conflictos familiares, herencias, robos, espionaje, venganzas y envidias típicas del ser humano. Una forma sencilla de mostrar las carencias de las que nos caracterizamos y el lado oscuro que todos guardamos sin la necesidad potencial de ser mala persona desde pequeños.
Es curioso que a pesar de las décadas transcurridas sigamos haciéndonos la misma pregunta todos aquellos que leemos novela negra: ¿La maldad nace o se hace? Yo, particularmente, considero que gracias a los dioses, la maldad pura solo se da en muy pocos casos y ese si que es el terror que más respeto…Aunque lo que más me da pánico es la estupidez humana. También reflejada en los relatos de la escritora que estoy citando.
Para terminar, solo os puedo decir que esta lectura es necesaria y beber de la fuente de los clásicos del suspense y el terror siempre aviva la llama del asesino en potencia que habita entre mis dedos cuando aporreo un teclado.
Mi nota es de un 7 sobre 10.