Las enseñanzas de los kilómetros Parte I
Los libros son una parte tan esencial en el enriquecimiento del ser humano, como lo son los viajes y sus descubrimientos culturales. Danzar por los valles y leguas de horas llenas de amor que la gente tiene por su tierra, es algo tan maravilloso como el quedarte boquiabierto admirando la capacidad que tiene el ser humano para transformar de la nada algo como por ejemplo, una piedra, en algo tan hermoso como una catedral o una escultura.
A lo largo de estos meses he tenido la suerte de viajar por diferentes lugares de España, esta noche os hablaré de la que como su catedral es para mi La bella desconocida, Palencia. Fue inevitable que en cada rincón, en cada imagen que se cruzó por mis ojos y por mi mente, no surgieran mil fábulas queriendo plasmarlas en papel rápidamente. Aprender del pasado es crecer en el futuro y hacer germinar cada una de las andanzas recorridas es un gusto para los sentidos. Entre ellos por supuesto el del gusto, he aquí la prueba:
Aquí los vídeos de la comida: https://www.youtube.com/watch?v=5meg_OR_2WU&feature=youtu.be https://www.youtube.com/watch?v=-j5rv3VgoxA&feature=youtu.be
La tradición no está reñida para nada con las nuevas tecnologías y los avances. La gastronomía es una prueba clara de ello y buena cuenta dimos de ello en la gran desconocida Palencia y en la imagen que veis, que pertenece a un pequeño pueblo que solo podéis conocer si sois palentinos o tenéis amigos allí. Villarcázar de Sigra, el lugar dónde comeréis por primera vez un cordero como Dios manda, o más bien como lo hacían nuestros antepasados. Pablo «El mesonero» y su tradicional comida o cena medieval es algo que no se puede describir con palabras. La atención (recibiendo al comensal como al antiguo peregrino), la delicadeza y dedicación de toda su gente es incomparable además de aderezar la velada con cánticos de la tierra, mientras que a cada plato que se servía se paseaba por el gran salón meciendolo frente al comensal sobre una gigantesca bandeja a modo de camilla. Un espectáculo para los sentidos en toda regla, rematada con un a queimada deliciosamente peligrosa.
Palencia es cultura, es su gente y el amor por lo suyo. La defensa arraigada de sus tradiciones y todo lo que son, gracias a la historia, porque a pesar de que se intente borrar las referencias primogénitas de este hermoso lugar, los que «ya» las conocemos, daremos buena cuenta de ello allende de los mares.
Como la majestuosa Villa Románica de La Olmeda. Con uno de los mayores mosaicos de la época que mejor se conserva en la actualidad. Un lugar lleno de belleza y perfectamente conservado gracias al amor de sus gentes por la historia, historia que encontró casualmente un pastor entre matojos y hierbas, no es la primera vez que pasa….Un recinto cerrado con accesos multimedias y vídeos que te explican lo que fue de aquella villa y del señor que la habitaba.
Para cerrar el círculo cultural, dimos un paseo por el Museo de Palencia. Donde quedó constatada la base histórica de la ciudad, sus orígenes románicos y el sello que caracteriza a la ciudad como un doble bastón hecho con dos cabezas de caballo. Por supuesto la gentileza y el buen hacer de los Palencianos cediendo el museo algunas de las reliquias u objetos arqueológicos que han ido encontrando por sus tierras, es un detalle que les honra y de cual me sorprendí gratamente. Cerrando la noche nos dejamos abrazar por la fe del Tercer Cristo de cemento de del mundo el Cristo del Otero. Caída la noche no pudimos visitar la capilla que está a sus pies y tampoco subir hacia lo más alto de su efigie, los ojos; aun así las vistas eran preciosas y el lugar un remanso de paz absoluta.
Palencia me cautivó y con ella me queda la alegría y la suerte de haber conocido a parte de sus paisanos que con tanto cariño nos acogieron tanto en su ciudad como en su preciosa morada llena y salpicada de su amada tierra. Gracias en especial a Aurora y Jesús, amigos desde hace muchos años de mis suegros…..y como se dice en Cádiz: Güena gente.
¡¡Viva Palencia!!