Parafraseando a mi adorado personaje ficticio de Marvel, Iron Man en Endgame: Parte del viaje es el final. Después de casi un mes navegando en mi cabeza, el pasado domingo 31 de agosto cerré esta historia. Hecha solo para ti y con el objetivo de hacerte disfrutar…Espero que el final esté a la altura de tú seguimiento, cariño y apoyo.
¿Seis?
¿Por qué? Las dos palabras más repetidas en una pregunta.
Todas en esta vida la poseen y la mayoría de ellas no tienen una respuesta
plausible. Yo os formularía otra ¿Existe la verdad? Cada uno la amoldamos a
nuestra imagen y semejanza, sin importar precisamente ese por qué. Cuando uno
juega con los hilos del destino, solo tiene dos posibilidades: Salir indemne o
enredarse entre ellos hasta provocarte la asfixia…casi nadie se libra.
Juanma pagó sus errores… y Verónica, ¿No creéis que ella
también debe ser juzgada por el destino y sus juegos? Vamos a ver, que pasa…
Notaba algo en el ambiente. Nunca fue una persona
supersticiosa, creía solo en la imagen revolucionaria de aquel hijo de
carpintero, nada más. Aunque es cierto que se dejaba influir con demasiada
facilidad por las consecuencias de sus propios actos. La inseguridad era la
parte principal de su ADN, hasta que conoció a Juanma.
Su “Milla verde” se convirtió en un reluciente sendero lleno
de posibilidades. Con él, no le temía a nada ni a nadie y afrontaba la vida con
toda la seguridad otorgada por el amor. Por desgracia, los cuentos son eso,
solo cuentos, y hasta llegar al banquete de perdices, los baches y la falta de numerosos
adoquines relucientes, fueron escollos duros de afrontar entre su incapacidad
de decisión y los continuos envites de Juanma. Su competitividad, su dominio
absoluto de la verdad y sus celos.
El día del engaño fue el más difícil para ella. Jamás había mentido
al amor de su vida, ni siquiera de pensamiento o en brazos de la somnolencia.
Sus suegros fueron la piedra fundamental que sostuvo toda aquella mentira y el
cariño procesado a través del tiempo, fue suficiente para intentar darle una
lección a su hijo y hacerle abrir los ojos de una vez por todas. Lástima, el
ser humano nunca aprende, pues nada sale como planeamos…
‒No
puedo hacerlo, Ramón. Hay algo dentro de mí que me dice que esto no está bien.
‒Eso
es solo miedo, querida o alguna de esas mierdas con las que te alimentas por
las noches. Tanto yogur natural con frutas no puede ser bueno. Donde esté un
cacho de lomo con queso…
‒De
ser así. ¿Por qué Carlos no ha querido tomar parte en esto, Elisa? ‒dijo la joven
encarando a su suegra.
‒Es
demasiado soso y, a pesar del cariño que te tiene, sabes cómo se las gasta con
tu novio. Son como el agua y el aceite dentro de un recipiente. Sinceramente,
prefiero mantenerlo alejado de todo esto.
Quién sabe, si el hermano mayor de Juanma hubiera
participado, ahora no habría que lamentar tantas cosas…
‒Según
los cálculos de Ramón, Juanma no habría tardado menos de dos horas en llegar a
pie hasta Sad Hill. A estas alturas ya debe de estar aterrorizado por lo que ha
visto. Desde luego, se nota la afición de su padre por el cine y los libros de
terror. Si soy yo la que ve ese brazo colgando del árbol y me quedo tiesa allí
mismo al instante.
La leve lluvia que cayó con anterioridad, fue suficiente para
que Verónica tirara por la ladera norte
de aquel sendero como un zombi. A pesar de llevar el calzado apropiado, el
barro empezaba a desdibujar los colores grises y rosas de sus botas de
senderismo e incluso a calar levemente sus calcetines térmicos. Su respiración no
iba al compás de sus pasos y aunque no estaba hablando en voz alta, era como si
el aliento se ocultara tras su espalda y jugara al escondite. Un pinzamiento se
hizo cargo de su riñón derecho, se notaba mucho el tiempo sin hacer nada de
ejercicio desde que le asignaron aquella cuenta en el bufete. No había que ser
ingeniero de la NASA para darse cuenta del espectacular sabor dado por este
detalle a la receta de su especialidad: “Fondue de sentimientos y apetito
sexual con una base caramelizada de horas extras en el trabajo”. Lo justo y
necesario para fomentar las últimas broncas con Juanma, que ya empezaba a
fabular con un compañero del trabajo como amante comprensivo y cariñoso. El
aderezo perfecto.
Esa fue la última hoja otoñal que cayó del árbol fornido de
su joven amor. La misma noche de aquella última bronca, vagando por la calle
sin rumbo fijo y dejándose llevar por los dibujos caprichosos que dejaba la
lluvia en la capital burgalesa, un coche le dio las largas. Era Ramón.
El hombre volvía a su casa después de la típica partida de
cartas con sus amigotes del trabajo, y aunque llevaba dos cervezas demás, se le
descompuso la cara cuando Verónica le contó lo ocurrido con el necio de su
hijo. Sin apenas respirar y asimilar los hechos, miró a su yerna fijamente a los
ojos y con el aliento apestándole a cerveza, le dijo palabras textuales: “Se va
a cagar”.
Este
lugar posee una mezcla extraña de misterio y desaliento. A pesar de ser
ficticio, es como si notara un olor nauseabundo en el ambiente…espero que no
haya sido una parte improvisada del atrezo de Ramón. No quiero vérmelas con
ninguna asociación cultural o estamento oficial.
¡Dios!
No es lo mismo ver esas dos pistolas a través de la caja tonta, que en persona.
En ese
momento de inquietud personal, no estuvo muy segura, pero creyó escuchar unos
leves murmullos quejumbrosos, parecía que la tierra húmeda hablara denunciando
su dolor por culpa de una humanidad maltratadora. Aquella oscuridad, la quietud
y soledad del páramo, empezaba a mermar dentro de sus tripas y no por que tuviera
hambre.
Ramón me dio instrucciones muy
claras. Si quería rematar aquella lección con una buena rúbrica, debía
esconderme hasta el último momento y darle a Juanma la estocada final con una
aparición fantasmal.
‒Llévate una muda limpia para mí
hijo, su esfínter va a dar más saltos que un canguro cuando te vea aparecer de
una pieza.
Mi suegro es un verdadero hijo de
la gran…‒no pudo evitar sonreír.
Le duró
muy poco. Agazapada, como una leona esperando paciente a su presa, fue yendo de
cruz en cruz hasta el lugar donde horas previas, Ramón y ella habían cavado las
tumbas. Cada metro que avanzaba, su corazón iba emitiendo un ritmo progresivo y
acelerado de sus latidos. Juanma debía estar en esa zona. De pie, sentado o
tumbado si acaso, pasto de un schock brutal, pero en esa zona. Trató de
calmarse así misma pensando en el camuflaje natural de la noche, sin embargo,
dejó la estrategia sorpresiva y se puso de pie. Irónicamente, ella fue la que
se convirtió en un canguro y empezó a dar saltos hasta las tres tumbas. Cuando
llegó, el escenario era aterrador…
De una de
las tumbas salía una mezcla nauseabunda de vómitos, heces y un rastro de sangre
coagulada que se perdía por el lado contrario al que ella había venido y en
dirección hacia el trozo de plástico que no dejaba de vascular sobre aquel árbol
tan tétrico. Los músculos de su garganta empezaron a contraerse, el pinzamiento
volvió a aparecer, pero este se acomodó en todo el estómago, lanzando unos
impulsos dañinos hacia su corazón.
¡¡Juanmaaaaa!! ¡¡¿Dónde estás?!!
¡¡Háblame!!
El pánico
eclosionó en sus mejillas bañadas de lágrimas y sobre sus labios temblorosos.
De nuevo, aquel murmullo. Esta vez más claro, más cercano. Gutural, ronco y
lleno de súplica. Corrió, y a pesar de la urgencia, no puedo evitar ver como
algunas cruces se habían caído y sobre ellas reposaba aquella sangre que salía
de la tumba y se había convertido en el rastro gore de su particular cuento de
Hansel y Gretel.
¡¡Juanmaaaa!! ¡¡Dime algo, por
Dios!!
No hizo
falta. A apenas dos metros más adelante, el cuerpo de Juanma yacía boca abajo.
El olor era lo de menos en esos momentos. Su ropa se había convertido en un amasijo
de barro, mierda y sangre, pero Verónica el único asco que sentía era de sí
misma y de lo que le habían hecho al amor se su vida.
Cayó de
rodillas, junto al cuerpo. Su mano izquierda empezó a extenderse con lentitud,
temblando como un pajarillo recién nacido y con la esperanza de que Juanma aún
respirara. Dos toques, Juanma no respondía. Ayudada por su mano derecha, metió
ambas por debajo del brazo izquierdo y del estómago de Juanma para intentar
darle la vuelta, el tacto embarrado, sucio y maloliente no denotaba ningún tipo
de vida bajo aquel chaleco azul impermeable. Tras una leve balanceo y cuando
empezó a darle la vuelta al cuerpo, una mano agarró su muñeca y tiró de ella
hacía Juanma. Este le miró desde suelo, con la cara borrada por la sangre y le
gritó: ¡¡Verónicaaaaaa!!
‒¡¡Veronica!! ¡¡Verónica!! Tierra llamando
a Verónica. Cariño, ¿estás bien?
En ese
instante, la chica pelirroja dio un salto automático hacia atrás y casi se cae
de la silla si no es porque su prometido, Juanma, la tenía agarrada de la
muñeca derecha cuando este trató de despertarla de su “pequeña letanía”.
‒¿Qué…qué ha pasado? ‒preguntó ella
desorientada y con el rostro lechoso por el susto.
‒Cariño. Sé que te aburren mis
historias, pero podrías poner un poco de interés en las cosas que te cuento.
‒Perdona, no sé qué me ha pasado.
‒Yo sí que lo sé. Esa cuenta va a
acabar con nuestra relación. Me has dejado solo a cargo de toda la organización
de la boda y tú solo tienes ojos para tu bufete.
Verónica
estaba desconcertada. Estiró el brazo hacia el vaso de agua que estaba frente a
ella en aquella terraza para calmar la sequedad de su garganta y sus labios
acartonados. Estaba frente a la majestuosa Catedral de Burgos. Parecía que se
había despertado de un sueño eterno o más bien una pesadilla. Aunque algo en su
interior le hacía pensar que aquello sí que era un sueño y se iba a despertar
en el hospital, junto a sus suegros y con la mala noticia de que Juanma había
muerto.
‒Amor, por favor. ¿Seguro que estás
bien?
‒Creo que sí ‒dijo ella.
Sin poder
evitarlo, le miró a los ojos, esos que sonreían sin quererlo siempre y le daban
toda la vida que necesitaba. Fue entonces cuando comprendió que todo había sido
una alucinación suya. Se acercó a él, le tocó la mejilla con suavidad y probó
sus labios con un leve sabor amargo por la cerveza que se interponía entre
ellos.
‒Gracias por existir, mi amor.
‒¡Ay, Verónica! No me digas eso,
que sabes que me emociono con nada. Y no me cambies de tema. Dime que te parece
la idea que te he comentado.
‒Refréscame la memoria.
Juanma
frunció el ceño y olvidando rápidamente el lapsus mental de su novia, le contó
su idea… de nuevo.
‒Como te decía…Había pensado
escribir un relato nuevo en mi web, con la idea de animar un poco las ventas de
mis novelas. Últimamente no tengo ganas de nada y se me ocurrió esto: Un joven,
tras la pérdida de su prometida y por una promesa personal, visita el
cementerio ficticio de Sad Hill, ese que tanto nos gusta a los dos…El problema
es que cuando llega allí, encuentra una tumba vacía con su nombre. ¿Cómo lo
ves?
Verónica
se quedó durante dos segundos petrificada y cuando volvió en sí le contestó:
‒Mientras
no salga ningún brazo colgando…
FIN