Reseña de «Contradicciones» de Miguel Ángel Sevillano

Lo dije, lo sé, pero como siempre le suele pasar al ser humano, no puedes decir: <<De este agua no beberé>>. Aunque si el agua es fresca, sana y natural como este libro, todo es más fácil.

Después del éxito rotundo de su primera obra «De mi puño y letra» publicada con Diversidad Literaria y editada por Guillermo de los Mozos, Miguel Ángel Sevillano repite con ellos y nos trae un pequeño rompecabezas de todo tipo de sentimientos, sensaciones, reflexiones y cargas poéticas tintadas de todo lo que su corazón observa en la vida cotidiana.

Hablar de uno mismo es aburrido, fácil, pero aburrido. Con este libro, el escritor repite ha querido salirse totalmente de lo habitual, incluso diría yo que de su zona de confort. Muchas personas han errado al catalogar la prosa y el verso de este entrañable escritor como una declaración de sus principios o la exposición más abierta en canal de sus sentimientos…. Nada más lejos de la realidad y «Contradicciones» os lo corrobora.

Yo catalogaría esta nueva aventura como una montaña rusa. Una fuerza, que es la ilusión del autor, nos lleva por un recorrido lleno de subidas y bajadas de sentimientos. Te lleva al límite. Él mismo nos lo confiesa al empezar la lectura con su EN CADA SOMBRA DE LA LUNA:

En mi humilde opinión lo consigue y todo lo adorna con un exquisito y cuidado lenguaje, donde se mueve con mucha soltura y nos regala pensamientos profundos e intentando ahondar en los más puros valores del ser humano. Una lectura pausada, justa y suave al paladar para ingerir las dosis justas de realidad sin atragantarnos con nada soez o pedante.

Lleno de lecciones tan denostada por nuestra oscura conciencia y el egoísmo que nos rodea. Consejos para practicar, formular o simplemente ver qué la empatía, el miedo al fracaso, la letanía de un sentimiento o el fuego de la pasión necesitan de nuestra práctica día a día y debemos ser consecuentes con lo que queremos ofrecer al mundo y a nosotros mismos. Porque este es un libro para reflexionar, leer con tranquilidad y asimilar cada uno de los mensajes que nos deja.

Lo dije en su día y me reitero hoy: Para mí es mucho más difícil llenar los huecos vacíos de tu corazón con esta maravilla escrita, que escribir las cosas que a mi se me ocurren. Los locos como yo necesitamos de vez en cuando un libro como este, que nos saque de los mundos de Yupi y nos casque una buena bofetada con la mano abierta de la realidad de un mundo lleno de «Contradicciones». No creo que sea mucho pedir.

Para colmar la guinda de este pastel, el autor se ha rodeado de tres amigos escritores, que han colaborado entre esta páginas de sabiduría. Yo, por mi parte, he tenido el placer de hacer el prólogo de este libro y presentarlo en próximas fechas. Sí, lo habéis adivinado, su publicación no ha llegado, pero yo soy uno de esos pocos privilegiados que se lo ha leído…y como dije al principio, dos veces.

No sé que más os pudo decir para convenceros de que tenéis que ir a su presentación y haceros con un ejemplar de «Contradicciones». os aseguro que no os va a defraudar.

Mi puntuación es de 8 sobre 10.

Óscar Lamela Méndez

Reseña de «1984» de George Orwell

¿Qué es para vosotros tener un don? Creo que este libro, es una buena respuesta. Durante muchos años había oído hablar de esta novela, como la auténtica referencia distopica por excelencia y efectivamente, así es, aunque os pediría que me permitierais añadirle otro género oculto: el terror.

Sí, está novela me ha dado miedo, y no por lo que cuenta en sí, que ya es mucho, sino porque el visionado futurista del autor de lo que hoy es el mundo, se acerca de una manera sutil a la realidad en la que hoy vivimos bajo el subconsciente de la era informática. Me explico: vivimos en un mundo en el que creemos ser libres, libres para elegir todo lo que se nos antoje y aún sabiendo que estamos subyugados por culpa de una simple pantalla y unos algoritmos que nos cazan en las redes sociales como simples moscas consumidoras…. El pánico está servido.

Orwell escribió esta novela allá por el 50. Y la sitúa 34 años más adelante. Con cierta tecnología más avanzada y en la que predomina sólo una cosa, el control sobre todo ser humano bajo el yugo de El Partido. Un mundo fragmentado en tres facciones continentales: Eurasia, Esteasia y Oceanía, está última, donde vive o más bien, intenta sobrevivir, el protagonista de esta historia, Winston Smith un empleado del Partido, dedicado a cambiar las noticias reales ocurridas en el mundo, por las que le interesa a Oceanía… ¿Os suena de algo? La famosa desinformación en la que vivimos hoy día.

Gracias a este libro, nace el concepto de Big brother (lo bien que le ha venido a la telebasura para absorber cerebros), el ojo que todo lo ve y en el que viven millones de ingleses en un Londres demacrado por las guerras y la erosión de un pueblo controlodo hasta extremos inimaginables. Racionado en casi todo: comida, utensilios de aseo personal, etc… ¿Os suena de algo esto también? ¡¡Libertad para Venezuela!!

El colmo de toda esta locura es que incluso están pleno proceso de cambio lingüístico. Una nueva forma de comunicación directa y eliminando miles de palabras.

Voy a evitar el contaros nada más, porque sinceramente, este libro me ha impactado de tal manera, que se me ha grabado a fuego en el corazón todos los aspectos sociológicos de los que está salpicado y a donde es capaz el poder y las mentiras de llevar a los hombres y mujeres de un país para converrirlos en zombis del sistema.

Quedaos solo con este concepto cuando lo leáis: Dos minutos de odio obligatorio al día. No digo más.

Hace poco me bajé la película y estoy pendiente de verla, a pesar de los años que tiene, siempre es un placer ver actuar al gran John Hurt y Richard Burton.

Solo le pondré un par de pegas a este libro, me faltó una meta épica por parte del protagonista, pero es justificable para llegar al final cerrado por Orwell y como utilizó el amor de Winston por Julia, la otra pieza clave de esta historia para hermetizar la necesidad del ser humano por sentirse vivo y a salvo… Terrorífico, de verdad. Ah, se me olvidaba la segunda pega: el apéndice me sobra. Me puso de los nervios, ya lo entenderéis llegado el momento.

Os lo suplico, no dejéis de lado esta obra maestra. La vais a disfrutar y sufrir del mismo modo y comprenderéis lo simples y ufanos que solos los seres humanos.

Mi valoración es de 10 sobre 10.

Óscar Lamela Méndez

«Una nueva historia» Capítulo 6

Parafraseando a mi adorado personaje ficticio de Marvel, Iron Man en Endgame: Parte del viaje es el final. Después de casi un mes navegando en mi cabeza, el pasado domingo 31 de agosto cerré esta historia. Hecha solo para ti y con el objetivo de hacerte disfrutar…Espero que el final esté a la altura de tú seguimiento, cariño y apoyo.

¿Seis?

¿Por qué? Las dos palabras más repetidas en una pregunta. Todas en esta vida la poseen y la mayoría de ellas no tienen una respuesta plausible. Yo os formularía otra ¿Existe la verdad? Cada uno la amoldamos a nuestra imagen y semejanza, sin importar precisamente ese por qué. Cuando uno juega con los hilos del destino, solo tiene dos posibilidades: Salir indemne o enredarse entre ellos hasta provocarte la asfixia…casi nadie se libra.

Juanma pagó sus errores… y Verónica, ¿No creéis que ella también debe ser juzgada por el destino y sus juegos? Vamos a ver, que pasa…

Notaba algo en el ambiente. Nunca fue una persona supersticiosa, creía solo en la imagen revolucionaria de aquel hijo de carpintero, nada más. Aunque es cierto que se dejaba influir con demasiada facilidad por las consecuencias de sus propios actos. La inseguridad era la parte principal de su ADN, hasta que conoció a Juanma.

Su “Milla verde” se convirtió en un reluciente sendero lleno de posibilidades. Con él, no le temía a nada ni a nadie y afrontaba la vida con toda la seguridad otorgada por el amor. Por desgracia, los cuentos son eso, solo cuentos, y hasta llegar al banquete de perdices, los baches y la falta de numerosos adoquines relucientes, fueron escollos duros de afrontar entre su incapacidad de decisión y los continuos envites de Juanma. Su competitividad, su dominio absoluto de la verdad y sus celos.

El día del engaño fue el más difícil para ella. Jamás había mentido al amor de su vida, ni siquiera de pensamiento o en brazos de la somnolencia. Sus suegros fueron la piedra fundamental que sostuvo toda aquella mentira y el cariño procesado a través del tiempo, fue suficiente para intentar darle una lección a su hijo y hacerle abrir los ojos de una vez por todas. Lástima, el ser humano nunca aprende, pues nada sale como planeamos…

‒No puedo hacerlo, Ramón. Hay algo dentro de mí que me dice que esto no está bien.

‒Eso es solo miedo, querida o alguna de esas mierdas con las que te alimentas por las noches. Tanto yogur natural con frutas no puede ser bueno. Donde esté un cacho de lomo con queso…

‒De ser así. ¿Por qué Carlos no ha querido tomar parte en esto, Elisa? ‒dijo la joven encarando a su suegra.

‒Es demasiado soso y, a pesar del cariño que te tiene, sabes cómo se las gasta con tu novio. Son como el agua y el aceite dentro de un recipiente. Sinceramente, prefiero mantenerlo alejado de todo esto.

Quién sabe, si el hermano mayor de Juanma hubiera participado, ahora no habría que lamentar tantas cosas…

‒Según los cálculos de Ramón, Juanma no habría tardado menos de dos horas en llegar a pie hasta Sad Hill. A estas alturas ya debe de estar aterrorizado por lo que ha visto. Desde luego, se nota la afición de su padre por el cine y los libros de terror. Si soy yo la que ve ese brazo colgando del árbol y me quedo tiesa allí mismo al instante.

La leve lluvia que cayó con anterioridad, fue suficiente para que Verónica tirara  por la ladera norte de aquel sendero como un zombi. A pesar de llevar el calzado apropiado, el barro empezaba a desdibujar los colores grises y rosas de sus botas de senderismo e incluso a calar levemente sus calcetines térmicos. Su respiración no iba al compás de sus pasos y aunque no estaba hablando en voz alta, era como si el aliento se ocultara tras su espalda y jugara al escondite. Un pinzamiento se hizo cargo de su riñón derecho, se notaba mucho el tiempo sin hacer nada de ejercicio desde que le asignaron aquella cuenta en el bufete. No había que ser ingeniero de la NASA para darse cuenta del espectacular sabor dado por este detalle a la receta de su especialidad: “Fondue de sentimientos y apetito sexual con una base caramelizada de horas extras en el trabajo”. Lo justo y necesario para fomentar las últimas broncas con Juanma, que ya empezaba a fabular con un compañero del trabajo como amante comprensivo y cariñoso. El aderezo perfecto.

Esa fue la última hoja otoñal que cayó del árbol fornido de su joven amor. La misma noche de aquella última bronca, vagando por la calle sin rumbo fijo y dejándose llevar por los dibujos caprichosos que dejaba la lluvia en la capital burgalesa, un coche le dio las largas. Era Ramón.

El hombre volvía a su casa después de la típica partida de cartas con sus amigotes del trabajo, y aunque llevaba dos cervezas demás, se le descompuso la cara cuando Verónica le contó lo ocurrido con el necio de su hijo. Sin apenas respirar y asimilar los hechos, miró a su yerna fijamente a los ojos y con el aliento apestándole a cerveza, le dijo palabras textuales: “Se va a cagar”.

Este lugar posee una mezcla extraña de misterio y desaliento. A pesar de ser ficticio, es como si notara un olor nauseabundo en el ambiente…espero que no haya sido una parte improvisada del atrezo de Ramón. No quiero vérmelas con ninguna asociación cultural o estamento oficial.

¡Dios! No es lo mismo ver esas dos pistolas a través de la caja tonta, que en persona.

En ese momento de inquietud personal, no estuvo muy segura, pero creyó escuchar unos leves murmullos quejumbrosos, parecía que la tierra húmeda hablara denunciando su dolor por culpa de una humanidad maltratadora. Aquella oscuridad, la quietud y soledad del páramo, empezaba a mermar dentro de sus tripas y no por que tuviera hambre.

Ramón me dio instrucciones muy claras. Si quería rematar aquella lección con una buena rúbrica, debía esconderme hasta el último momento y darle a Juanma la estocada final con una aparición fantasmal.

‒Llévate una muda limpia para mí hijo, su esfínter va a dar más saltos que un canguro cuando te vea aparecer de una pieza.

Mi suegro es un verdadero hijo de la gran…‒no pudo evitar sonreír.

Le duró muy poco. Agazapada, como una leona esperando paciente a su presa, fue yendo de cruz en cruz hasta el lugar donde horas previas, Ramón y ella habían cavado las tumbas. Cada metro que avanzaba, su corazón iba emitiendo un ritmo progresivo y acelerado de sus latidos. Juanma debía estar en esa zona. De pie, sentado o tumbado si acaso, pasto de un schock brutal, pero en esa zona. Trató de calmarse así misma pensando en el camuflaje natural de la noche, sin embargo, dejó la estrategia sorpresiva y se puso de pie. Irónicamente, ella fue la que se convirtió en un canguro y empezó a dar saltos hasta las tres tumbas. Cuando llegó, el escenario era aterrador…

De una de las tumbas salía una mezcla nauseabunda de vómitos, heces y un rastro de sangre coagulada que se perdía por el lado contrario al que ella había venido y en dirección hacia el trozo de plástico que no dejaba de vascular sobre aquel árbol tan tétrico. Los músculos de su garganta empezaron a contraerse, el pinzamiento volvió a aparecer, pero este se acomodó en todo el estómago, lanzando unos impulsos dañinos hacia su corazón.

¡¡Juanmaaaaa!! ¡¡¿Dónde estás?!! ¡¡Háblame!!

El pánico eclosionó en sus mejillas bañadas de lágrimas y sobre sus labios temblorosos. De nuevo, aquel murmullo. Esta vez más claro, más cercano. Gutural, ronco y lleno de súplica. Corrió, y a pesar de la urgencia, no puedo evitar ver como algunas cruces se habían caído y sobre ellas reposaba aquella sangre que salía de la tumba y se había convertido en el rastro gore de su particular cuento de Hansel y Gretel.

¡¡Juanmaaaa!! ¡¡Dime algo, por Dios!!

No hizo falta. A apenas dos metros más adelante, el cuerpo de Juanma yacía boca abajo. El olor era lo de menos en esos momentos. Su ropa se había convertido en un amasijo de barro, mierda y sangre, pero Verónica el único asco que sentía era de sí misma y de lo que le habían hecho al amor se su vida.

Cayó de rodillas, junto al cuerpo. Su mano izquierda empezó a extenderse con lentitud, temblando como un pajarillo recién nacido y con la esperanza de que Juanma aún respirara. Dos toques, Juanma no respondía. Ayudada por su mano derecha, metió ambas por debajo del brazo izquierdo y del estómago de Juanma para intentar darle la vuelta, el tacto embarrado, sucio y maloliente no denotaba ningún tipo de vida bajo aquel chaleco azul impermeable. Tras una leve balanceo y cuando empezó a darle la vuelta al cuerpo, una mano agarró su muñeca y tiró de ella hacía Juanma. Este le miró desde suelo, con la cara borrada por la sangre y le gritó: ¡¡Verónicaaaaaa!!

‒¡¡Veronica!! ¡¡Verónica!! Tierra llamando a Verónica. Cariño, ¿estás bien?

En ese instante, la chica pelirroja dio un salto automático hacia atrás y casi se cae de la silla si no es porque su prometido, Juanma, la tenía agarrada de la muñeca derecha cuando este trató de despertarla de su “pequeña letanía”.

‒¿Qué…qué ha pasado? ‒preguntó ella desorientada y con el rostro lechoso por el susto.

‒Cariño. Sé que te aburren mis historias, pero podrías poner un poco de interés en las cosas que te cuento.

‒Perdona, no sé qué me ha pasado.

‒Yo sí que lo sé. Esa cuenta va a acabar con nuestra relación. Me has dejado solo a cargo de toda la organización de la boda y tú solo tienes ojos para tu bufete.

Verónica estaba desconcertada. Estiró el brazo hacia el vaso de agua que estaba frente a ella en aquella terraza para calmar la sequedad de su garganta y sus labios acartonados. Estaba frente a la majestuosa Catedral de Burgos. Parecía que se había despertado de un sueño eterno o más bien una pesadilla. Aunque algo en su interior le hacía pensar que aquello sí que era un sueño y se iba a despertar en el hospital, junto a sus suegros y con la mala noticia de que Juanma había muerto.

‒Amor, por favor. ¿Seguro que estás bien?

‒Creo que sí ‒dijo ella.

Sin poder evitarlo, le miró a los ojos, esos que sonreían sin quererlo siempre y le daban toda la vida que necesitaba. Fue entonces cuando comprendió que todo había sido una alucinación suya. Se acercó a él, le tocó la mejilla con suavidad y probó sus labios con un leve sabor amargo por la cerveza que se interponía entre ellos.

‒Gracias por existir, mi amor.

‒¡Ay, Verónica! No me digas eso, que sabes que me emociono con nada. Y no me cambies de tema. Dime que te parece la idea que te he comentado.

‒Refréscame la memoria.

Juanma frunció el ceño y olvidando rápidamente el lapsus mental de su novia, le contó su idea… de nuevo.

‒Como te decía…Había pensado escribir un relato nuevo en mi web, con la idea de animar un poco las ventas de mis novelas. Últimamente no tengo ganas de nada y se me ocurrió esto: Un joven, tras la pérdida de su prometida y por una promesa personal, visita el cementerio ficticio de Sad Hill, ese que tanto nos gusta a los dos…El problema es que cuando llega allí, encuentra una tumba vacía con su nombre. ¿Cómo lo ves?

Verónica se quedó durante dos segundos petrificada y cuando volvió en sí le contestó:

‒Mientras no salga ningún brazo colgando…

FIN

¿Reseña de «Canción de hielo y fuego: Juego de tronos» de George R. R. Martin?

Como podéis intuir leyendo solo el título de este artículo, no creo que sea necesaria una reseña mía para salir de dudas en la lectura de este gigantesco y apasionante mundo creado por ese hombre de gorra marinera al que todos amamos y odiamos por igual, y solo por el simple y egoísta motivo de que no termina la historia de Westeros.

Que todos los Tolkinianos me disculpen por lo que voy a decir, pero este hombre ha llegado a conquistar a más de medio mundo casi , y recalco el «casi» para que nadie se ofenda, como el viejo y entrañable genio de la pipa.

Para mí, este es sin duda el género más complicado en el que embarcarse. Crear un mundo de la nada con todo tipo de detalles sociales, políticos y religiosos, con el aderezo espectacular de la fantasía y la mezcla exacta de lo ya vivido por el hombre moderno en épocas pasadas, me parece una absoluta genialidad.

Idiomas, mil y una casas, cada una con sus historias y leyendas por muy ínfimas que sean y todo, alrededor de un trono de hierro. Una meta, un fin, como el anillo de poder. Siempre habrá un padre, un origen y un hijo que intente igualar su gigantesca sombra.

Hasta ahora, no me había atrevido a leer a Martin. Llegué demasiado tarde, y eso que esta primera publicación me cogió todavía viviendo en Cádiz…y ya van para veinte años afincado en Madrid. Por otra parte, es la primera y única vez que me he leído un libro, habiendo visto antes la serie, película o documental de la historia. Juego de tronos es más grande que todo eso y este libro es una absoluta obra de arte. A parte, quedan los consejos de amigos y amigas lectores del americano de New Jersey, tanto por su enigmática y épica prosa, como por la aparición de personajes nuevos no incluidos en la televisión e importantes para la historia de Poniente.

Cada capítulo, un personaje; y en mi cabeza, gracias a la serie, las imágenes de un mundo que al menos en este primer libro, los autores de la serie han llevado a rajatabla como en la novela. Incluso hasta los diálogos eran clavados…vamos, que me iba corriendo al Youtube para ver la escena leída segundos antes. Lo he disfrutado como un Tyrion cualquiera.

Lo sé, esta no es un reseña, de ahí las interrogaciones en el título. Contar algo de la sipnosis del libro es ridículo pero eso sí, si como yo, has visto la serie antes que los libros, es igual de ridícula tu falta de decisión a la hora de hacerte con el primer tomo y devorarlo como yo lo hice hace poco menos de dos meses. eso sí, empecé a leer el segundo, pero le voy a dar un poco mas de tregua al «gordito», no vaya a ser que me líe con ellos y llegado el momento, este como medio mundo, deseando que el tío los termine y saber cuales son las diferencias entre el final de la serie y lo que ha maquinado su cabeza.

De verdad, sencillamente espectacular. ¡Leedla ya!

Mi puntuación: 9 sobre 10.

Óscar Lamela Méndez

Más que mi amigo…

Valiente contador de historias, que no puede ni empezar a escribirte. El dolor es tan hondo, tan lleno de recuerdos, que parece un baúl sin fondo y en esa inmensa oscuridad de recuerdos aparecen tus locuras, tus pocos y graves ladridos, tus lametones cuando te tendía la mano, tu acoso por ser acariciado, sin olvidar esos ronquidos a los que me acostumbre como parte de mi vida. Si no los oía, sentía el miedo en mi interior.

No es un tópico, es así. No se conoce la verdadera amistad y el amor más puro, sin condiciones, hasta que se tiene como compañero a un animal. Blacky, no puedes ni imaginarte lo que has significado en mi vida. Te hablo en presente porque todavía no puedo despedirme de ti. Tú me hiciste mejor persona, me enseñaste que nunca iba a estar solo y estuviste a mi lado en mis peores momentos en ese cuartucho donde compartimos tantos cosas. Metido entre mis piernas cuando escribía para darme tu calor y apoyo, tirado en el suelo a mi lado cuando me ponía a hacer ejercicios, bajo mis pies en la cocina, esperando mi torpeza y que se me cayera algo mientras hacía la comida. Mil millones de recuerdos.

Lo peor de todo esto para mí, es que es la segunda vez que me despido de ti y esta, esta es para siempre. La que más duele junto con las lágrimas de nuestra niña, sí, tu Nerea. La niña que quiso un perro y su padre se negaba, pero al final, cuando vio su reacción, se olvidó de todo. La hicimos feliz, y tú más que nadie, mi querido amigo. Eras su peluche, su compañero de juegos y la sombra donde cobijarse cuando sus padres no estaban bien.

Parece que fue ayer cuando te operaron y sentía el miedo atroz a perderte, ese que ahora se ha apoderado de mí y este duelo no me deja olvidar. Ni quiero hacerlo. Grabaré tu huella en mi piel. La conservo desde hace años y no pienso irme de aquí sin ella.

Perdóname, si es que algún día pudiste, por culpa de mis berrinches, mis regañinas y demás cuando no te portabas bien. Aun me duele el alma desde aquel día, cuando te vi partir con otra familia y tus ojos me preguntaban el por qué. Porque te quiero, Blacky, lo hice por ti, a pesar de mi inmenso dolor, ese que me acompañará toda la vida.

No te abandoné y a día de hoy, a pesar de todo, sé que no lo hice, pues tuviste la suerte de tener dos familias y vivir tus últimos años llenos de felicidad. Junto a tu hermanita Tina y tus papis Vicens y Dolors. Las personas más buenas que pude encontrar para ti, para darte más amor del que ya recibías. Dos almas a las que les debo la mía, por cuidarte, quererte y hacer de ti el perro más feliz del mundo. Sois mi familia, siempre lo seréis. El vínculo con nuestro cabezón es y será eterno.

A la gente le parecerá curioso, a ti no. Pues lo escribí contigo bajo mis pies, los dos solos y tú como inspiración de mi dolor. Mi primer relato «Solo», fue por ti y por mí y aunque a alguno le parezca una tontería, es la unión más fuerte que he tenido contigo. A cualquiera que ame los animales, como yo, ese relato le dejará huella, porque lo escribí con todo mi corazón y mi amor por ti.

Me llevaría horas escribiéndote, por miedo a tener que despedirme. No lo haré y utilizaré como mía esa frase que dice que nadie muere si los demás no lo olvidan. Tú, mi alebrije, espero que estés a otro lado del puente de flores cuando nos volvamos a ver y juguemos a dar saltos y correr sin mesura, como hace años.

Cuando me llamaron, lo supe al instante y lo más curioso de todo es que después de la fatídica noticia, de camino a un centro comercial, no paraba de ver Bulldogs en todas las tiendas. Camisetas, altavoces, pegatinas y para colmo, cuando llegué a casa, me quité la camisa y por la parte interior del cuello, descubrí que había el dibujo de un animal de tu raza. Ni me acordaba de ese detalle. ¿Casualidad? No lo creo, pues aquello, inexplicablemente me hizo sentir que estuve a tu lado en tus últimos momentos. Quizás sea una tontería, pero mi alma así lo siente.

Nunca dejaré de quererte, hoy, mañana y siempre. Gracias por ser mi amigo fiel y darme todo lo que nadie podrá darme nunca: la amistad más pura y sincera, sin condiciones.

Te quiero, Blacky.

Óscar Lamela Méndez

Recuérdame

«Recuérdame, maldito gilipollas». Esa será definitivamente la frase que ponga en mi epitafio. Ya me gustaría poner algo a la altura de la genialidad de Groucho Marx, pero no me merezco tan ilustre distinción.

Recuérdame, maldito gilipollas cuando conozcas a alguien y le des tu corazón sin pensar en las consecuencias. Recuérdame que la amistad no es una de esas cosas que ya no utilizas y la regalas por cuatro perras en Wallapop. Rercuérdame, maldito gilipollas cuando estés en medio de un conflicto y se te ocurra meter las narices y oler la mierda en culo ajeno. Tú solo te perteneces a ti mismo. Recuérdame, maldito gilipollas cuando intentes morderte la lengua y no escupir todo el dolor que llevas dentro y solo quien te conoce de verdad, sabe lo que será de ti en tus próximos meses de vida. Recuérdame, maldito gilipollas cuando creas que todo el mundo tiene derecho a opinar sobre tu vida privada por culpa de tu enorme y estúpida bocaza. Sigue creyendo en los demás y en su capacidad para no utilizar tu vida, tus secretos y confesiones íntimas en el arma de destrucción masiva y eterna de tu esperanza en la raza humana.

Pero sobre todas ellas, recuérdame maldito gilipollas cada vez que si quiera pienses en publicar en las redes sociales la rastrera y patética forma que tienes de dar pena a los demás y necesitar en tu alma de Lucifer, el beneplácito y la palmadita en la espalda de quién crees parte de tu vida. Tú, maldito gilipollas, tú eres lo importante y solo tu FAMILIA, la que nunca te va a abandonar y siempre va a estar ahí; tus AMIGOS de verdad, que no se casan con tus lágrimas ni mendigan tu amor, diciéndote todo lo que haces mal y sobre todo, esos que son tus amigos tanto arriba como abajo de la ola. Sin condiciones, con tus defectos por encima de tus virtudes y no esa exaltación de la amistad barata cuando bebes de la cerveza casera del engaño que crean para embriagarte; y sobre todo, en tu mujer, maldito gilipollas, la verdad por encima de todas y la que te da dos bofetones de realidad cada vez que te vas a Mordor, Westeros o Howarts. No puedo obviar a mis hijas, una que me da diez vueltas con tan solo 16 años y otra que con tan solo 2, te muestra a través de su sonrisa lo que es la pura realidad del amor y la verdad que tanto añoramos los adultos: la inocencia.

Esta última, en cierto modo, no la he perdido. Por ella y por mi puto afán de amar a los demás por encima mío, son las que te han llevado ahora mismo a teclear esto a las 2:00 pm de un puto 3 de agosto de 2019 con un Gin Tonic de por medio. Ahora podría estar tranquilamente terminando el sexto capítulo de una historia que solo se lee la gente más fiel, esa que para mí es un tesoro sin parangón y que abultan mi alma como si fueran tres millones.

Sin embargo, hay cosas que no te voy a pedir que me recuerdes, maldito gilipollas. Yo soy yo, así, sin tapujos ni medias tintas y me suda los santos cojones que la gente se ria de mí por mi espontaneidad, mis locuras, mis gilipolleces o lo que sea. No lo hago por caer bien a nadie, soy así. Y sí, yo a eso le llamo valentía, tan cobarde que soy. Tengo sentido del ridículo y no me afecta lo que digan los demás. Las carencias de uno mismo, no se escupen en el plato del de al lado para intentar envenenar su alma.

Asumo todos y cada uno de mis errores. OJO, no me estoy insultando para dar pena, es lo que soy: Soy un bocas, un payaso (con orgullo), un fiel seguidor de la diversidad y el respeto de los pensamientos ajenos (siempre que no atenten a la integridad humana), soñador hasta la cursilada, romántico hasta la contradicción más absoluta (viviendo en una montaña rusa de emociones cada cinco minutos…en esa atracción tengo pases gratuitos hasta que me muera). No soy perfecto ni quiero serlo, y por mucho que ladren, soy HUMILDE. Tanto, que por culpa de ello me tachan de pobre perdedor con falta de autoestima y necesitado de cariño como un perro abandonado. ¿Traumas? solo uno y ese no se lo deseo a nadie y es mío, solo mío. Me quiero (me gustaría estar como Momoa, pero esto no es DC) y mucho, me admiro en ciertas ocasiones y no peco de egocentrismo jamás, porque esa admiración la saboreo cuando veo que he ayudado a alguien, aunque sea simplemente por escucharle, aconsejarle o darle una puta pastilla para el dolor de cabeza. Los gestos, los inmensos gestos se concentran en pequeños botes de cristal de Bohemia y que solo unos pocos saben valorar y ver. Con vosotros me quedo: hoy, mañana y siempre. Sabéis quienes sois y jamás debéis echarme de menos. No hay veneno mortal sin el antídoto del amor.

Óscar Lamela Méndez

«Una nueva historia» Capítulo 5

Cuando tomas una decisión, debes estar seguro completamente. Apechugar con las consecuencias y por supuesto, no mirar atrás. Si lo piensas bien, ellas son las que rigen nuestras vidas…¿Hasta dónde serías capaz de llegar por amor?

¿Cinco?

¿Te has sentido alguna vez observado? ¿Parte de un proyecto secreto en el que eres una mera ficha de ajedrez? La manipulación puede ser uno de los instrumentos más instructivos para contaminar un alma pura. Aunque en realidad, desde pequeños, somos unos putos torturadores mentales. Pensarlo bien, con un simple llanto y la excusa de que “el pobre aún no sabe hablar y pide las cosas así”, ya tenemos a unos abuelos convertidos en zombis a nuestros pies. ¿Y si os digo que Juanma es algo más que la punta del iceberg de esta historia? A veces, una lección, puede tener cierto efecto boomerang.

Supongo que a estas alturas, las teorías habrán pululado por vuestra mente sin parar. Espero sorprenderos.

La sequedad de mis labios es una burda imitación de la desolación que habita en mis latidos. Cada uno de ellos se clava en mí, una y otra vez, recordándome lo que hice. Dudé de ella, del amor de mi vida. La persona que luchó contra viento y marea por defenderme ante los suyos, los míos y yo mismo. Esta ha sido sin duda mi “victoria” más amarga, la sentencia necesaria, el empuje justo para terminar lo que vine a hacer aquí hace unas horas.

Quizás, todo lo que he visto en esta extensión verde de muerte ficticia, sea eso, solo una fábula terrorífica de mi propio subconsciente que me ha torturado hasta estos instantes en los que, finalmente, me he dado cuenta de lo equivocado que estaba. De lo amado que fui y lo poco que di.

Llorando, con el rostro macilento y sin apenas un atisbo de tristeza en él, Juanma escribía estas palabras en su diario. No era una terapia, era la suma de sus miedos intentando ser restados por la valentía y el valor suficiente para quitarse la vida. Era su castigo. Su verdugo y su propio juez. Ya no quería nada de nada, ni de nadie.

Antes de levantarse del suelo, echó una última ojeada a las tumbas que le rodeaban. La ironía se posó sobre sus hombros al sentirse arropado y rodeado por su familia antes del fatídico final. Lo había planeado de mil formas, todas indoloras. Sin embargo, después de los últimos acontecimientos, creía que debía sufrir, del mismo modo que su preciosa Verónica al ver que su amado la había repudiado a las primeras de cambio y sus malditos celos y desconfianza, la trataran como una cualquiera. Solo quería dejarse llevar y que el viento que soplaba tenue desde las llanuras, restregara su último suspiro como aquella prenda o utensilio que estuviste apunto de olvidar al salir de casa rumbo a tus vacaciones.

No puedo más que sonreír al recordar la escena. Tú y yo, en tu habitación, aprovechando que tus padres habían ido a Burgos y después de ver un cargamento de películas ñoñas que tanto te gustaban. Me miraste y me pediste que uniéramos nuestra sangre en un pequeño tarrito de cristal. Sabías lo que odiaba y lo furioso que me ponía el hacerme involuntariamente cualquier corte en las manos, pero tu sonrisa y esa mueca suplicante ayudada por tus labios, desarticulaba siempre mis defensas. Accedí, y ambos, como dos adolescentes de los años 80, nos hicimos un pequeño corte en la yema de los dedos corazón de las manos izquierdas. La sangre fluyó, imitando paradójicamente el mismo fulgor de nuestros juegos sexuales y llenamos aquel recipiente embelesados por la ilusión…Curioso, cómico, patético es el hecho de encontrarme en este paraje y haber decidido el cortarme las venas en una expresión personal de valentía y con cierto mensaje romántico para ti cuando encontraran mi cuerpo…si es que aquel brazo que aún a lo lejos veo balancearse, no es tuyo y sin embargo, ahora no tener el valor de hacerlo.

¿Será por eso que una parte de mí me susurró tu nombre antes de salir de casa? Adelfas, una serie de plantas comunes del género Nerium. Sí, esas flores rosadas y moradas que vemos tan a menudo en los jardines. Hace poco, buscando una alternativa a desangrarme vivo, busqué un veneno natural e inocuo por si no tenía los arrestos suficientes de apretar el cuchillo sobre mi piel. Fácil de fabricar y di con él por casualidad en un artículo de las miles de revistas que tiene mi madre sobre su afición botánica. Resulta que, lo que hace que la adelfa sea tóxica son dos potentes glucósidos, la oleandrina y la neriina, ambos en la planta. El inconveniente de todo esto es que los síntomas son bastante duros y lo voy a pasar un poquito mal. Vamos, que ante de llegar a un paro cardiaco, voy a tener náuseas, vómitos y diarreas sanguinolentas como si tuviera la peste, pero sin esas horribles ampollas.

Te quiero Verónica. Sé que he sido un cobarde toda mi vida. He rehuido confrontaciones familiares y no he dado la cara por ti en momentos concretos. En el trabajo he sido ninguneado por todos, un pobre Peter Parker sin poderes, pero te tenía a ti. Mis defectos los hacías tuyos. Con solo tocarme, olvidaba mis pesares y te convertías cada noche en la orilla eterna que esperaba a esta marejada de sentimientos e inseguridades que tanto te amaba y te ama. Ahora, más que nunca, debería estar cubierto de otra pasta. Dejar de lloriquear y dar con tu asesino, saber quién ha sido capaz de esa tremenda atrocidad. Nada tiene sentido, pues si como dices en la carta, la mujer que yacía en nuestro dormitorio con otro hombre era tu hermana, no existe la posibilidad de un amante despechado y loco que en un arrebato descontrolado acabara, accidentalmente o no con tu vida. Es más, ¿Descuartizarte y traerte  justamente aquí? Hoy, hoy que he tomado la decisión de venir hasta aquí y acabar con todo…

Durante unos breves instantes, Juanma se queda en la inopia, como un Sherlock Holmes. Sumido en sus pensamientos e intentando darle sentido a todo lo que estaba pasando a su alrededor desde que pisó ese maldito cementerio de pega. Como al final de una novel mala, en la que el escritor no sabe como cerrar la trama, el senderista encuentra la verdad. O al menos, eso cree él.

Solo mis padres sabían que me iba de senderismo. Espera, no puede ser. ¿Es posible? Dios mío, no. ¡¡Mierdaaaaa!! Mi madre siempre ha tenido debilidad por ti. Te defendía a capa y espada en todos nuestros conflictos; incluso, después de lo ocurrido, ella se negaba a admitir que tú hubieras sido capaz de engañarme con otro. La otra cifra de la ecuación es mi padre, a ese maldito loco le encantan las bromas y el cine. Desde que se jubiló, se ha recorrido media España presentándose como extra a culaquier película o serie…¿Y si todo esto lo has preparado tú, compinchada con ellos para darme una lección? No, no, no puede ser, joder.

¡¡Ah….coño!! ¡¡No, no puede ser!! ¿Por qué cojones me tuve que tomar el veneno antes de venir? Los síntomas están empezando a hacer efecto. Todo esto me pasa por ser un mierda, un cobarde y un desconfiado. Tengo que saber si ese brazo es de verdad…

En ese instante, entre sollozos y unos ruidos desgarradores de dolor, Juama intenta ponerse de pie a duras penas, un pequeño mareo se hace con el control de su estabilidad y casi se cae a la tumba de nuevo. Se pone la mano en el estómago, el típico gesto funesto que hacemos todos para aliviar el dolor. Las tripas están en pleno programa de centrifugado, se retuerce de dolor. Entre el sudor que empieza a emanar de su frente como una presa de agua rota, fija su mirada en el vaivén ínfimo que aún le proporciona el aire al trozo de carne colgado del árbol. Un pensamiento cruza por su mente: ¿Es asqueroso el pensar que ojalá ese brazo sea de Verónica y mi muerte no sea en vano, ni tan patéticamente shakesperiana?

«Una nueva historia» Capítulo 4

¿Cuántas veces nos hemos arrepentido de nuestro errores? Sin embargo, son parte de nosotros. Cuando descubres la verdad todo cambia…o no.

Espero que esta historia no os esté haciendo perder el tiempo y que disfrutéis hasta el final de ella. Gracias, como siempre, por vuestro apoyo incondicional.

Un fortísimo abrazo. Os quiero 3000.

¿Cuatro?

Si sumas cada uno de tus errores, el resultado te dirá quién eres.

Conoces esa sensación, esa que os dice y os perjura mentalmente que no lo volveréis a hacer. Sin embargo, pasada una semana, los cubatas caen como moscas en una convención de insecticidas y maldices tu putrefacta fuerza de voluntad…como a todos aquellos que consumen Tele5. Así me sentí cuando abrí los ojos y mi cabeza se había convertido en la gigantesca London eye, dando vueltas sin parar en un Gif eterno. Y lo peor es que eso no era todo.

Recuerdo como me incorporé, acompañado por el dolor intenso en mi hombro y la tensión despertada en tan solo un instante de consciencia. La voz, esa pregunta macabra desapareció. ¿Sería una alucinación?¿Qué me estaba pasando?

Me di la vuelta, de cara al suelo y mezclé la rugosidad de mis dedos con la tierra mojada de aquel hoyo para ponerme de pie. Respiré profundo y tosí tanto o más que un pobre enfermo en fase terminal. Al segundo intento, pude clavar mis uñas entre unas pequeñas piedras que había alrededor de la tumba y salí de allí temblando. Cuando alcé la vista, sobre la cabecera de aquella “cama eterna”, sin tiempo para asimilar todo lo que me estaba ocurriendo, lo imposible volvió a sacudirme por dentro las entrañas. Aquella tumba tenía dueño, y ese era yo. Con letras rojas sobre un cartel de madera blanca y agrietada, mi nombre descorrido conformaba una cruz sobre una estaca de hierro enterrada en la tierra, como cada una de mis esperanzas a no perder la cabeza.

Con un leve balanceo, de izquierda a derecha, mis ojos escanearon el terreno, esperando la típica voz de un malo de película que se presentara y me contara porque estaba pasando todo aquello y el por qué lo hacía. La respuesta fue tan sólida como los penetrables rayos de sol sobre las nubes otoñales que me observaban…SILENCIO.

¿La soledad es más terrorífica que la compañía de la ignorancia o la falsedad? Sinceramente, no lo sé. La filosofía no es lo mío y mucho menos los putos juegos mentales en los que estaba metida mi mente en aquellos instantes.

‒¡Verónica! ¿Por qué?

Ahora cierro los ojos, y ese grito y esa pregunta, todavía siguen retumbando en mi cabeza. Nunca hice daño a nadie, por ti, hoy en día, sería capaz de pisotear el quinto mandamiento y pasármelo bomba destrozando cabezas con un puto lápiz a lo John Wick.

Mi madre siempre me decía lo mismo: “Quien te quiere bien, te hará sufrir”. Y yo le respondía: “Tú me quieres y no me haces nunca ningún daño”. Su respuesta fue lapidaria: “Yo jamás te querré, porque yo te amo. Mi vida te la traspasé en el mismo instante en el que te pusieron sobre mi pecho y supe que nunca más sabría lo que sería amar a nadie por encima de ti”.

¡Joder con las madres! Tienen la maravillosa habilidad de dejarte en calzoncillos con un toque de su corazón. Si escribo todo esto, no es porque en aquellos momentos de soledad y miedo, me acordara de ella. La respuesta a este pensamiento me la dieron las tumbas que estaban alrededor de la mía…Tres, concretamente. La de mi madre, Elisa; la de mi padre, Ramón y la de mi hermano, Carlos.

El resto, te lo puedes imaginar. Incomprensión, pavor sin mesura, microinfartos a la velocidad de Flash. La locura se desató en mi interior como si fuera la reencarnación del mismo Vesubio. Vomité, sí, no lo voy a negar, esa fue mi primera reacción. La segunda, tras restregar los restos del bocadillo de pavo que me comí antes de empezar esa maldita travesía macabra sobre mi chaleco azulado, fue instintiva. Me convertí en un perro tras su hueso enterrado, escarbé la tierra con mis manos con tanta fuerza que no me importó si quiera que la mitad de una de mis uñas saltara imitando la trayectoria de la latilla de un tercio. El sudor brotaba en mi frente con energía y se mezclaba con la tierra de mis dedos al intentar secarla. Mi respiración se entrecortaba entre la fulgurante mezcla de mis gemidos y las súplicas por no hallar los restos mortecinos de mis seres queridos.

Fueron los segundos más largos de mi mísera existencia, hasta que noté algo extraño entre aquel barrullo de arenisca, piedrecitas y mala hierba. Paré, mi gesto de extrañeza y pánico se congelaron, parecía un envoltorio de plástico, y dentro de él, una carta, un sobre dirigido a mí…”¿Qué cojones? ‒pensé”.

Poco a poco y con sumo cuidado la saqué de su prisión. Moví la cabeza de un lado a otro, cerrando los ojos en el proceso, no dando crédito a lo que veía. Y ahora que lo pienso, despreocupándome si en las otras dos tumbas, estaban mi padre y mi hermano. Al abrirla, no encuentro explicación hoy día, supe que era tuya, a pesar de la incomprensión más absoluta por todo lo que estaba pasando a mi alrededor. Como si tu aroma aún rezumara entre los pliegues de esa hoja escondida y los hubieras tatuado sobre el papel al restregar tus muñecas. Desgraciadamente no me equivocaba, era tu letra, tan característica, con esas eses alargadas y esas as tan perfectas y redondeadas.

Apenas unos segundos antes, creí que no se podía sufrir y experimentar un horror tan grueso, tan burdo y basto como cuando te duele la garganta y ves las estrellas al tragar simplemente tu propia saliva. Como siempre, como todos los seres humanos de esta tierra, me equivocaba al creer que lo sabía todo. Aquellas palabras despellejaron cada porción de la que está compuesta mi existencia y ya no me importaba si alguien o algo estaban jugando conmigo en mis últimos segundos, minutos o horas de vida.

Me odié y me odio con toda mi alma desde entonces. Nunca me lo perdonaré.

La empatía no es una obligación, es un don muy particular. Para mí es un superpoder, de esos que están tan de moda hoy en día. La pena es que está en peligro de extinción y no sabemos la manera de volver a recuperarla. No es un fósil que se pueda mutar como los dinosauros de Jurassic Park o la oveja Dolly. ¿Puedes imaginarte como se sintió Juanma cuando leyó la carta? Tómatelo como un ejercicio, para probar tu nivel y capacidad para ponerte en la piel de otro ser humano. Sus dudas, sus pesare, sus sufrimientos y sus…errores.

Reseña de «Reina roja» de Juan Gómez Jurado

Sir Arthur Conan Doyle creó al mayor y mejor detective de todos los tiempos. Tan grande fue, que llegó a odiarlo e incluso matarlo. Sherlock Holmes ha tenido a lo largo de un siglo y treinta y dos años, muchos herederos; personalmente, creo que el único que ha llegado a rayar su brillantez fue el gran Hércules Poirot, de la afamada Agatha Christie…. ¿Y si os digo que Jurado ha conseguido que ame a otra mujer, que no es la mía? Ella es la genial Antonia Scott. Solo su nombre ya te choca, no os podéis imaginar lo que su mente esconde.

«Reina roja» puede ser catalogada como la típica novela negra con tintes de thriller psicológico. Para mí, esta novela es Antonia, la persona más lista del mundo, literalmente, y más rara que un perro verde. Si encima a la ecuación, le sumas al inspector gay Jon Gutiérrez, un «no gordo», como el se cataloga cómicamente mil veces, vasco y con un marrón encima de tres pares de cojones, al que le encasquetan «hacer de niñera» de la mente más privilegiada del mundo, el cóctel es mortalmente divertido.

En muchos momentos, los diálogos y situaciones entre ambos son geniales y es imposible no soltar una carcajada durante la lectura. Antonia me recordó mucho a mi adorado Walter Bishop de «Fringe» , el mejor personaje de ficción de este estilo junto a Sheldon Cooper, de «The big bang theory».

A este cóctel explosivo, el escritor madrileño le echa el toque justo de acidez con una cruda historia de asesinatos y pone al límite las capacidades de ambos personajes con un malvado ser que juega con ellos y con la policía como un hamster en su ruleta interminable de elucubraciones.

Debo destacar la perfecta ubicación y descripción de los escenarios y los detalles y pinceladas documentadas, que molan mucho leerlas. Un libro es algo más que una historia original, si no aprendes con él, no es un libro completo.

Según Jurado, nos pide que nos destripemos la historia y nos comamos los spoilers con patatas. Como yo soy muy obediente, me gustan las patatas más que a mis hijas y algún día, me encantaría que leyera una de mis novelas como premio, voy a hacerle caso. Solo os diré que a lo largo de quinientas y pico de páginas, te lo pasas teta, y aunque me hubiera gustado leerlo más de seguido, lo he disfrutado mucho. (Entre tú y yo… Mereció la pena esperar dos horas en la cola de la Feria del libro para que me lo firmará y me llamará gilipollas, fue mi culpa jejejeje. El sol ya me tenía frito y no le entendí).

Mi más sincera enhorabuena, a pesar de que ya se lo hayan dicho mil veces, «Señor que tiene pasta».

Mi puntuación es de 8’5 sobre 10.

Reseña de «Aguja», relato de Sandra Gómez Moreno

Recuerdo aquel día como si fuera ayer, ojalá lo fuera. Han pasado tantas cosas, que con lo único que me quedo es con el orgullo personal de ser un ínfimo granito de arena, una brizna de aire que ayudara a esta magnífica reseñadora a dar el paso necesario y tan esperado por la gente que la queremos y respetamos. Esa mirada que me regaló cuando con total sorpresa le dije que escribiera un libro sobre sus reseñas, a lo mejor le ayudó a sumar en sus futuros sueños. Ojalá lo haga algún día, ese libro lo petará.

Sandra Gómez Moreno, ya no es solo alguien que lee y disecciona libros al milímetro con profesionalidad y respeto absoluto por los autores. Ella ya es una autora, escritora, contadora de sueños o como queráis llamarlo… Si lo dudas, leed este relato.

¿Es «Aguja» un relato convencional? No, los mensajes del corazón hacia la conciencia humana, jamás serán, ni olvidados ni típicos. Sandra apuesta por remodelar una historia dura y directa embadurnada en un halo de misterio e incertidumbre. Crees que sabes lo que va a pasar, pero no sabes en qué lado de la historia situarte, y a veces, saltas sobre la empatía de los personajes.

No os voy a desvelar la trama, pero si el trato tan exquisito que está autora hace sobre la capacidad que tiene el ser humano de olvidar el daño que se puede ejercer a otro ser de su misma especie, sólo con una palabra o un hecho. Triste, duro, real y como le dije en su día, necesario.

Todo en esta historia tiene su porque, hasta la portada y por supuesto, el título. Un guiño excepcional. Se lee como se bebe el agua fría en el desierto, con ansia, pero se aconseja degustarlo como el mejor vino.

Ya sabéis, que yo no soy un experto y mucho menos me caso con nadie. Al César lo que es del César y Sandra es y será lo que ella quiera. Pues lo ha demostrado en su blog La revolución de los libros y con este relato.

A continuación, os dejo la sipnosis de «Aguja»:

Aroa de la Fuente es una joven emprendedora que junto a su marido, ha abierto una librería en la zona del metro Colombia. 

Decididos a comenzar una nueva vida con este ilusionante proyecto, su tranquilidad se ve inesperadamente alterada por la aparición de alguien del pasado…

¿Quién es? ¿Qué hace allí? ¿Por qué aparece ahora? Y sobre todo ¿Cuáles son sus intenciones?

«Aguja» es una trepidante historia donde los hechos del pasado tendrán terribles consecuencias en el futuro. Ya que en esta vida, nada sale gratis…

¿Creéis que ya lo sabéis todo? Nada más lejos de la realidad. Para ello, entrad en este enlace y disfrutar de un gran relato, de un gran mensaje.

Mi más sincera enhorabuena, querida amiga y ESCRITORA.

Mi valoración es de 8 sobre 10.