El arte del montaje cinematográfico
Muchas veces me pregunto si aquellas mujeres que cortaban y pegaban trozos de cinta se hubiesen imaginado la importancia que cobraría esa labor años más tarde. Porque sí, amigos, las primeras montadoras de cine eran en su totalidad mujeres, pues se creía que era un trabajo sin mucha relevancia y que se asemejaba a las tareas de costura. Y es que en los primeros años del cine, el montaje no era más que unir rollos de cinta unos con otros para que la escena tuviera un sentido narrativo básico. Pero como todo arte, hubo estudiosos del mismo, y fue cuando se comprendió que el montaje cinematográfico es, en realidad, pura magia.
El cineasta soviético Lev Kuleshov realizó el experimento más notorio y revolucionario sobre esto, y es que tuvo la osadía de utilizar un mismo primer plano de un actor, montando tres versiones del mismo. En cada una, el plano del intérprete iba seguido de otras imágenes diferentes: un plato de sopa, un ataúd con una niña fallecida y una mujer con poca ropa.
Lo que demuestra que un buen montador es un ilusionista de la imagen, es que la gente que vio las proyecciones pensó que el plano del actor era, en realidad, tres tomas distintas, donde en una tenía hambre, en otra estaba triste y en la restante tenía apetito sexual.
He de confesar que cuando estudié esto en clase por primera vez, fue el momento en el que comprendí de lo que se trataba en realidad el cine, y es utilizar todas las herramientas que están al alcance para guiar al que lo visiona por el camino que necesitas. Porque el montaje no es mentir, los espectadores hacemos un pacto con la propia película antes de visionarla, sabemos que lo que veremos es ficción, pero queremos, deseamos creernos aquello que nos cuenta y esto se logra, sin ninguna duda, a través del montaje.
Hay infinidad de teorías de montaje cinematográfico e innumerables formas de construir un discurso atractivo pero legible para el espectador, pero no quiero ponerme demasiado técnica, por lo que me gustaría, simplemente, hablar de las películas que me hicieron amar el montaje.
Quentin Tarantino puede ser uno de los directores más reconocibles por todos, cuando ves uno de sus films no tienes ninguna duda de que lleva su firma, lo sabes por los diálogos, por la violencia y, efectivamente, por el montaje. La gran Sally Menke montó todas las películas de Tarantino hasta su fallecimiento en 2010 y, en gran parte, fue ella la que llevó a la realidad el tipo de películas que quería realizar el director, creó el sello que Tarantino es hoy en día, pese a estar, como todos los montadores, en la eterna oscuridad para el público. Para Menke, según ha contado en varias entrevistas, el montaje debe ser invisible a ojos del espectador, por lo que se vale de recursos como la mirada para hacer imperceptible el corte, el paso de un plano a otro, la dirección de las miradas de los personajes es crucial dentro del montaje de Sally. Sin duda es una maestra del raccord, ningún movimiento está fuera de lugar de un plano a otro en ninguno de sus montajes.
Pero lo que creo que más le caracteriza y que es una de las técnicas que aplicaba siempre en los films de Tarantino, es el manejo de la tensión y el ritmo. ¿No os ha pasado que cuando veis una película de Quentin, estáis siempre expectantes? Podemos darle las gracias a Menke por mantener la tensión siempre elevada en los films. Nos hizo estar alerta, meternos mucho más en la historia de manera inconsciente.
¿Qué otra característica podrían tener las películas del director de Pulp Fiction? Exacto, el manejo del tiempo, y de nuevo tenemos que darle las gracias a Menke por esto.
Sally maneja el tiempo en cada situación por distinta que sea, porque si recordamos, nada tiene que ver el ritmo que nos crea en Pulp Fiction (1994) alargando casi todos los planos hasta su límite, con el montaje frenético de Kill Bill (2003) o con las licencias artísticas de Death Proof (2007), como los saltos de plano, totalmente necesarias para acompañar con maestría a un film que era un homenaje a las películas de explotación de serie B.
Los flashbacks y los flashforwards son parte del montaje invertido y es en lo que se basa Forrest Gump (1994). Arthur Schmidt, el montador del film, usa los flashbacks con maestría.
¿Cómo no recordar la pluma del film? La película comienza y acaba con ella, haciendo una bonita metáfora de que la vida es un ciclo, y el montaje con los largos pero apacibles planos donde se muestra nos hace entender a la perfección lo que nos quiere transmitir.
Rocky (1976) no es una película de boxeo, no lo es porque Scott Conrad y Richard Halsey, los montadores del film, así nos lo demuestran. El film es una alegoría del sueño americano, la lucha es tan solo una excusa. Pero si nos centramos de forma exclusiva en el montaje, lo más destacable, lo que a todos se nos viene a la mente cuando hablamos de esta película son las secuencias de entrenamiento, las elipses temporales que se crean, el cómo vemos la evolución de Balboa, superándose a sí mismo, culminando en la escena de las escaleras, que termina a cámara lenta, que es un recurso de montaje más.
También debemos recordar que el montaje en los dos únicos combates que hay en el film, revolucionó la forma en la que se mostraban secuencias de lucha. Los espectadores estamos fuera, pero también dentro del ring, acompañamos a Rocky en todo momento, lo que nos hace saber que lo que importa no es la pelea en sí, lo que importa es Rocky Balboa, la persona.
El montador es quien consigue, o no, que la película nos llegue como espectadores, quien con su maestría logra que una peli de terror nos asuste, un drama nos llegue al alma o una comedia nos haga reír a carcajadas.
Podría pasarme horas hablando de la magia que se crea en la oscura y solitaria sala, donde se vertebra en realidad todo un film, pero solo me queda decir que améis el montaje, porque sin él, las películas tan solo serían un plano tras otro, y no habría magia.
Ginebra Vilar